Friday, December 4, 2015

La muerte, contada para niños, por M. Ostiz

Recurrir a eufemismos a la hora de anunciar la muerte de un ser querido a un niño es un mecanismo al que muchos padres recurren con la intención de minimizar el impacto que esta pérdida pueda tener en los pequeños sin saber que, a la larga, es mayor el daño que el beneficio que produce en ellos.

Así lo asegura el psicólogo experto en duelos Manuel Nevado. "Los niños tienen una tremenda fantasía y si un niño no percibe la realidad tal cual es, va a tender a fantasear y las fantasías suelen ser mucho peor que la realidad", afirma.

Al dolor ante la muerte de un ser querido, a muchas personas se les une también el "trago" de tener que explicar a un niño pequeño que su abuelo -cuando no su madre o su padre- ha muerto, y el temor a ver sufrir a una criatura hace cometer errores y recurrir a eufemismos como decir que la persona fallecida está de viaje o que ha subido al cielo. Los psicólogos infantiles coinciden en que esto es un error.

Hay que usar la palabra muerte y trasladar a los niños que es algo irreversible, así como explicarles que ellos no han tenido nada que ver en lo ocurrido y hacerles sentir seguros, sobretodo cuando pierden a uno de sus progenitores, puesto que uno de los principales sentimientos que tendrán será el de abandono.

Nevado, vicepresidente de Psicólogos sin Fronteras y psicólogo en Ahora Centros, señala que hay dos franjas de edades a tener en cuenta a la hora de hablar de la muerte; entre los 3 y los 5 años y entre los 6 y los 10.

En la primera, la forma ideal de comunicarlo es hablarles de manera suave, en un momento de gran tranquilidad, y ayudarles a poner nombre a sus emociones, incluso que te señalen las partes del cuerpo que le duelen. Dejarles expresarse y hacerles ver que es normal sentirse mal en ese momento.

A partir de los 6 años los niños entienden lo que es la muerte, pero no llegan a saber lo que les puede suponer para el resto de su vida, por eso, si la muerte se debe a una enfermedad hay que remitirles a cómo ha ido empeorando el estado de la persona que ha fallecido, recordarles que ha estado en el hospital, etc.

En el caso de las muertes traumáticas, como los accidentes de tráfico, es más complicado, pero Nevado insiste en que no es conveniente dosificar la información, sino decírselo desde el primer momento.

Para el psicólogo infantil experto en duelos y director de 'apertuspsicólogos', José González, los eufemismos y maquillajes hacen que para el niño sea mucho más difícil entender la muerte.

"Independientemente de sus creencias religiosas, el niño lo que tiene que entender es que el cuerpo deja de funcionar y que es irreversible y universal", subraya.

Nevado recomienda acudir a ejemplos que los niños hayan experimentado con anterioridad, como la muerte de una mascota, o ejemplos que hayan visto en películas o cuentos y dejarles claro que la persona fallecida "seguirá estando en nuestro corazón, pero que no vamos a poder verle más porque ya no va a estar aquí".

Ambos psicólogos recomiendan también que los pequeños participen en los rituales de despedida, que acudan al tanatorio, al entierro, al funeral... situaciones que les servirán "de anclaje a la realidad" y le ayudarán a entender mejor la muerte.

González señala que incluso se les debe dar la opción de visitar a la persona enferma en el hospital anticipándoles -como cuando se les lleve al tanatorio- qué es lo que se van a encontrar, pero dejándoles a ellos la opción de elegir si quieren ver al ser querido enfermo, de manera que cuando esta persona fallezca, les será más fácil comprenderlo.

"Esa experiencia nos va a servir para que cuando el niño pregunte por la persona fallecida podamos remitirle al día que estuvo en el hospital, el tanatorio, en la iglesia, etc" y explicarle que todo eso se hizo porque la persona por la que pregunta murió.

Una vez notificada la muerte, González advierte de que la reacción de los pequeños puede ser de negación, enfado hacia la persona fallecida porque se sienten abandonados e incluso de culpa, así como experimentar conductas regresivas como volver a chuparse el dedo o hacerse pis en la cama.

Nevado, por su parte, comenta que la ira, enfado o agresividad hacia la persona que le comunica la muerte del ser querido es también una conducta frecuente entre los niños.

Todas estas reacciones son frecuentes en los primeros momentos, pero si se alargan en el tiempo es conveniente acudir a especialistas, coinciden.

Fuente: larazon.es

«Mamá, papá, ¿qué es la muerte?» Cómo explicarle a un niño la muerte de un ser querido

Son muchos los padres y madres que en ocasiones tienen que enfrentarse a una situación delicada: contarle a sus hijos el fallecimiento de un ser querido. ¿Cuándo y cómo se lo digo?, ¿cómo reaccionará? ¿debo implicarle en los actos de despedida?

El hecho es que, casi inevitablemente, los adultos tenemos la tendencia de proteger a nuestros hijos del dolor. Sin embargo, en la actualidad sabemos que hablar de la muerte y el dolor con ellos no solo no les perjudica, sino que les ayuda a realizar correctamente el duelo. Así, pese a que nuestro impulso inicial sea proteger a los niños apartándolos de lo que ha ocurrido, la muerte del ser querido se ha de comunicar lo antes posible». Pero, ¿y qué le decimos?

Estos son los consejos y recursos necesarios para afrontar la muerte de un ser querido de un niño:

¿Cómo transmitir la noticia? Hay que decirle la verdad, graduada y adaptada a su capacidad de entender, sin utilizar eufemismos que pueden confundirle, perdiendo el miedo a utilizar la palabra muerte.

«Intentaremos, según la edad, ponerle ejemplos cercanos de fallecimientos que ya han ocurrido (el abuelito de su amiga, el perro del vecino, etcétera) para que el niño pueda asociar conceptos y entender la irreversibilidad de la muerte».

Es importante que además hablemos del niño de lo que significa estar muerto. Asimismo intentaremos darle experanza explicándole que el vínculo con esa persona sigue vivo.

Además, «intentaremos proporcionarles un entorno de seguridad y tranquilidad, sin dar toda la información de golpe. Tanto la excesiva información por ejemplo, de detalles morbosos, como el defecto de la misma, por ejemplo, decirle que "papá se ha ido de viaje", no son recomendables».

Pero, ¿cómo se sabe la justa medida? «Para eso el niño necesita que estemos muy atentos a sus preguntas tanto en el momento como tiempo después. Obesrvar al niño es el mejor "termómetro" para saber que necesita en cada momento y poder adaptarnos a sus necesidades».

También debemos tener en cuenta que cuando alguien muere, la intensidad del duelo es directamente proporcional a la intensidad del vínculo que se tiene con esa persona. Por eso hay que tener en cuenta estas diferencias:

1. Pérdida de los abuelos

En la muerte, no es tan importante el grado de parentesco como el grado de vinculación afectiva del menor con la persona fallecida. En este sentido, la pérdida de un abuelo con el que no se tiene mucho contacto puede llevarse más fácilmente que en casos donde el niño tiene una relación más cercana o incluso ha compartido domicilio con él. No obstante, la pérdida de personas mayores es transmitida por los adultos como algo más natural ("ley de vida"), por lo que este tipo de pérdidas no suelen habitualmente constituir duelos complicados en niños.

2. Pérdida de un progenitor

Sin duda la muerte del padre o de la madre constituye para el menor una experiencia que afectará a su forma de estructurar la visión de sí mismo y del mundo. De este modo, el padre/madre superviviente actúa como modelo transmitiendo cómo afrontar la muerte.

No es recomendable, en ningún caso, que el niño sienta que además de su propio duelo tiene que hacerse cargo del duelo de su progenitor. Es decir, un niño no debe ser el punto de apoyo en el que el adulto deposite su sufrimiento.

3. Pérdida de un hermano

Es fundamental que el niño no sienta la expectativa sobre él de sustituir en cierto modo al fallecido. Tampoco es adecuado transmitir, ni siquiera de manera indirecta, comparaciones en ningún sentido entre ellos. En este caso los padres deben estar atentos de no sobreproteger al hijo vivo ya que, sin pretenderlo, estaremos generando efectos indeseados en el bienestar emocional del menor.

Suele ser frecuente que el niño tenga un sentimiento de inmensa culpa por haber deseado la muerte o la desaparición de su hermano de manera inocente (deseo que en su fantasía se ha visto cumplido pero del que se arrepiente profundamente). En este sentido, el niño va a necesitar de nuestra aceptación y comprensión incondicional para poder superar este sentimiento.

Fuente: abc.es