Tuesday, December 5, 2017

«La plenitud es hacer la voluntad de Dios», despedida de un directivo enfermo terminal


Ignacio Llorente es toda una institución en el mundo bursátil y de liderazgo empresarial. Por sus manos han pasado miles de alumnos que ahora ocupan puestos de dirección en empresas multinacionales. Hasta la fecha ha sido director de Relaciones Institucionales del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) y durante doce años fue director de Programas del IESE, una de las escuelas de negocio más prestigiosas del mundo.

Ahora a sus 54 años se está muriendo debido a un tumor cerebral que le detectaron en noviembre de 2016. En estos momentos ya no puede hablar ni moverse y es cuestión de días o semanas que fallezca. Pero antes de no poder expresarse quiso dejar una última enseñanza, tal y como ha hecho durante toda su vida. Juntó a compañeros, alumnos y familia para darles la lección más importante de sus vidas: que el fin de todo es la vida eterna y la plenitud que sólo se puede alcanzar unido a Dios.

Se muere pero antes tenía que decir algo importante

Ignacio Llorente es numerario del Opus Dei y criado en una familia numerosa. Allí asegura que recibió la fe y la vocación, lo más importante en su vida pese a sus numerosos logros profesionales.
Llorente ha visto la enfermedad como una misión para hablar del amor de Dios y para ello convocó un acto que aparentemente iba a ser de despedida de la institución pero que acabó siendo un testimonio de fe y esperanza.

“Tengo la sensación de de que estoy en tiempo de descuento y que si llego a Navidad, bendito sea Dios”, afirmaba a sus compañeros, tal y como refleja el vídeo que grabó el propio Instituto.

“¿Se trata de ponerse triste y estar amargado?”, preguntaba Ignacio. Pero él, siendo enfermo terminal, les decía al resto que “se trata de coger la vida con ganas e ilusión, sabiendo que los problemas existen y afrontarlos de cara”. Así fue como quiso convertir esta charla en una clase magistral, “esperando que nadie se moleste” y que “os pueda servir”.

Qué hacer ante la muerte inminente 

Este experto economista y empresario dejó muy claro desde su propia experiencia que “lo único que merece la pena en esta vida es hacer la voluntad de Dios y lo único que genera una satisfacción plena es saber que haces la voluntad de Dios”.

Con ello, aseguraba que no quería dar “lecciones moralizantes” a nadie pues no es ejemplo de nada, afirmaba. Pero ante la muerte inminente, “¿qué puedo hacer?”, se preguntó. Y así fue cómo surgió la idea de hablar de cómo ha vivido la enfermedad bajo la luz de la fe por si podía ayudar a alguien y sobre todo para “generar un punto de inquietud que puedan ayudar en el camino de seguir a Dios”.

Ignacio Llorente indicó que tenía la “enorme suerte” de ser una persona de fe gracias a lo cual nunca ha tenido la sensación “de que este mundo sea un absurdo y tenga un fin”. Al contrario, según comentó, “tengo un conocimiento de que esta vida tiene un sentido más trascendental del que ninguno le damos a nuestra existencia”.

"No he estado más feliz en mi vida"

“Evidentemente aunque la muerte asusta y aunque la posibilidad de dejar esta vida genera desasosiego, yo tengo una alegría inmensa, infinita”, aseguraba.

Es más, afirmaba que “no he estado más feliz en mi vida”. Y contó que muchos días se levanta de la cama a las 5.30 de la mañana “dando botes de alegría, de la suerte que tengo”. Y exultante iba más allá incluso: “tengo una sensación de plenitud absoluta, de que merece la pena esta vida a tope”.
En su intervención, Llorente confesaba que “parte de que esté aquí hablando con vosotros es que necesito contarlo, que la vida tiene un sentido más pleno, radical y mucho más feliz”. “He tenido la suerte de tropezarme con Dios y he tenido la suerte de que Dios ha sido conmigo misericordioso”.

El ejemplo de los santos

Pero además de hablar de la acción de Dios en su vida, el otro objetivo de Llorente a la hora de reunir a tanta gente en el Instituto de Estudios Bursátiles era hacerles recordar que existe la vida eterna.

"Merece la pena es pensarlo”, afirmaba y recordaba que no vale de nada dejarse llevar por los problemas de la vida y obviarlos, pues no por ello desaparecerán.

Por ello, explicaba que “lo que puede parecer un poco tonto es reducir las posibilidades de ser plenamente felices. Y mi experiencia es que de verdad la gente que ha sido plenamente feliz han sido los santos. Uno ve esas vidas, cómo han funcionado, cómo han respondido, la alegría de sus rostros. Tú, ¿por qué lo cambiarías?”.

"Ser un instrumento del Señor"

Algo parecido a lo realizado en el IEB lo hizo con su propia familia en julio. Reunió a sus numerosos hermanos, sobrinos y primos  y les habló de la muerte y de cómo afrontarla. Aquel testimonio también fue grabado en vídeo y se ha ido difundiendo a nivel privado entre amigos y conocidos. Desde su entorno afirman a ReL que sus palabras han tocado a mucha gente, muchas personas alejadas de Dios que se han empezado a replantear su vida.

Y así se ha cumplido uno de los grandes deseos de Ignacio, ser “instrumento del Señor” pues él decía que “hay que entregarse para que el Señor te utilice”.

Autor: Javier Lozano

Saturday, November 25, 2017

1 Corintios 15,20-26.28: Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección

1 Corintios 15,20-26.28

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Tuesday, February 21, 2017

EL VELORIO, por el P. César L. Caro


Acabo de llegar a casa. Estoy reventao, pero a veces te cae de propina para acabar la jornada asistir a un duelo. Y no hay esperanza de que la cosa dure cinco minutos, ¿eh? Nooooo. Acá lo de la muerte es una cosa solemne.

Y es que cuando alguien fallece se celebran en su casa diez noches de novena... ¡diez! Toma ya. No vaya a quedar un resquicio de duda de que el muertito vaya al cielo gracias a las oraciones del personal, ¿eh? A los agentes de pastoral los llaman, y van con su manual de "La muerte cristiana", pero de vez en cuando alguien se empeña también en que vaya el padrecito, ayayay.

Llegas y te encuentras con "la capilla ardiente": un montaje a base de cortinas, crucifijo, flores, recordatorios, cirios, coronas, candelabros y adornos varios que rodean el féretro (que por cierto siempre está abierto o al menos la tapa, pa que se le vea bien la cara al muertito). Van rodando por la ciudad varios de estos tinglados que se alquilan, con desiguales gradaciones entre lo hortera, lo tétrico y lo ostentoso. Pero yo descubro que a la gente le encantan.

Hay un montón de sillas de plástico, pero no colocadas en círculo, sino mirando al ataúd. Y bancas de madera en la calle, dispuestas igual, bajo un toldo instalado para la ocasión. El rezo comienza cuando se ve que la gente ha llegado y está todo lleno. Es una pequeña celebración de la Palabra donde leo el evangelio de este día y lo comento un poco. Todo el mundo muy atento, cantando, caras de circunstancias, es muy bonito.

Acá no basta con "dar la cabezá", acá hay que participar en las noches, acompañar a la familia y rezar de lo lindo. Hay un viejito que toca el acordeón y va a toditas las novenas a amenizar. Y eso sí, cuando termina el rezo, invitación que te crió: cafesito, un pan con queso, un plato de arroz con pollo, un tamal... Lo que sea hay que recibir y nos lo comemos allí mismo, sentaditos junto al cadáver, pasando de las lágrimas a las bromas como quien salta una quebrada.

Y de regalo, el recuerdito: un llavero, una estampa, un solapín... diversos tipos de "pongos" siempre con una foto del difunto, la fecha y alguna frase para el recuerdo. Por ahí anda un abrebotellas que regalaron una de estas noches, y cada vez que tomamos una cerveza vemos el rostro del finado, como si brindara "salud" desde el otro barrio. Jajaja, cómo me gusta mi Perú.