Monday, January 15, 2018

La diócesis de Madison (EEUU) ofrece pautas a sus sacerdotes para los funerales de homosexuales activos

En una nota publicada el 21 de octubre (2017) por el P. James Bartylla, vicario general de la diócesis pastoreada por Mons. Robert Morlino, aborda la cuestión de los funerales en parroquias católicas para personas que estaban en «una unión pública contraria a la ley natural», refiriéndose específicamente a las uniones civiles homosexuales.

La norma alienta a los sacerdotes a «pensar en el asunto a fondo y con prudencia». Refiriéndose a la ley de la Iglesia, el texto recuerda que «se pueden negar los ritos funerarios a los pecadores manifiestos en los que no se puede evitar el escándalo público de los fieles».

La razón principal para tratar cuidadosamente los funerales de homosexuales fallecidos es el potencial de «escándalo y confusión» y la posibilidad de «conducir a otros a la ocasión de pecar o confundir o debilitar el conocimiento de los fieles respecto a las enseñanzas de la Iglesia Católica». Las pautas piden, sin embargo, que todo se haga «en medio de la solicitud por el difunto y la familia».

El texto diocesano ofrecen los siguientes puntos para ayudar a guiar a sus sacerdotes a tomar la decisión correcta en una situación:

¿Fue el difunto o el «compañero» un promotor del estilo de vida «gay»?
¿Cuál es la actitud de los miembros de la familia del difunto, especialmente hacia la Iglesia?
¿Dio el difunto algunas señales de arrepentimiento antes de morir?
Si se permiten los ritos funerarios eclesiásticos, ¿deberían ocurrir sin una misa?

Para minimizar el escándalo, ¿debería haber simplemente un breve servicio de Escritura en la funeraria o quizás simplemente un servicio junto a la tumba?

Tal vez una «Misa por los muertos» posterior con o sin mención explícita del nombre del difunto o pareja «podría ofrecerse alternativa o adicionalmente en la parroquia o incluso en otra parroquia (para evitar el escándalo), con o sin familiares presentes.

Cualquier «pareja» sobreviviente no debería tener ningún rol público o destacado en ningún rito o servicio eclesiástico funerario.

Un gran riesgo de escándalo y confusión es que el nombre del sacerdote que celebra y/o la parroquia se enumere en cualquier obituario o aviso público (por ejemplo, periódico) o semipúblico que también indique el «compañero» del fallecido en algún manera. Esto no puede suceder por razones obvias.

No debe haber mención del «compañero» ni por nombre ni por otra referencia (ni referencia a la unión antinatural) en ningún folleto litúrgico, tarjeta de oración, homilía, sermón o charla del sacerdote, diácono, etc.

Puede ser prudente mantener la participación del sacerdote o del diácono al mínimo (es decir, limitado a un sacerdote o diácono y en momentos meramente esenciales de un servicio o rito, si se produce alguno).

La reaccion de la comunidad gay no se ha hecho esperar. «Este documento es la antítesis de la pastoral», dijo Marianne Duddy-Burke, directora ejecutiva de DignityUSA, en un comunicado en el que calificó las directivas como «escandalosas y vergonzosas. Esto es desalmado. Es cruel. No es cristiano de ninguna de las maneras».

Tuesday, December 5, 2017

«La plenitud es hacer la voluntad de Dios», despedida de un directivo enfermo terminal


Ignacio Llorente es toda una institución en el mundo bursátil y de liderazgo empresarial. Por sus manos han pasado miles de alumnos que ahora ocupan puestos de dirección en empresas multinacionales. Hasta la fecha ha sido director de Relaciones Institucionales del Instituto de Estudios Bursátiles (IEB) y durante doce años fue director de Programas del IESE, una de las escuelas de negocio más prestigiosas del mundo.

Ahora a sus 54 años se está muriendo debido a un tumor cerebral que le detectaron en noviembre de 2016. En estos momentos ya no puede hablar ni moverse y es cuestión de días o semanas que fallezca. Pero antes de no poder expresarse quiso dejar una última enseñanza, tal y como ha hecho durante toda su vida. Juntó a compañeros, alumnos y familia para darles la lección más importante de sus vidas: que el fin de todo es la vida eterna y la plenitud que sólo se puede alcanzar unido a Dios.

Se muere pero antes tenía que decir algo importante

Ignacio Llorente es numerario del Opus Dei y criado en una familia numerosa. Allí asegura que recibió la fe y la vocación, lo más importante en su vida pese a sus numerosos logros profesionales.
Llorente ha visto la enfermedad como una misión para hablar del amor de Dios y para ello convocó un acto que aparentemente iba a ser de despedida de la institución pero que acabó siendo un testimonio de fe y esperanza.

“Tengo la sensación de de que estoy en tiempo de descuento y que si llego a Navidad, bendito sea Dios”, afirmaba a sus compañeros, tal y como refleja el vídeo que grabó el propio Instituto.

“¿Se trata de ponerse triste y estar amargado?”, preguntaba Ignacio. Pero él, siendo enfermo terminal, les decía al resto que “se trata de coger la vida con ganas e ilusión, sabiendo que los problemas existen y afrontarlos de cara”. Así fue como quiso convertir esta charla en una clase magistral, “esperando que nadie se moleste” y que “os pueda servir”.

Qué hacer ante la muerte inminente 

Este experto economista y empresario dejó muy claro desde su propia experiencia que “lo único que merece la pena en esta vida es hacer la voluntad de Dios y lo único que genera una satisfacción plena es saber que haces la voluntad de Dios”.

Con ello, aseguraba que no quería dar “lecciones moralizantes” a nadie pues no es ejemplo de nada, afirmaba. Pero ante la muerte inminente, “¿qué puedo hacer?”, se preguntó. Y así fue cómo surgió la idea de hablar de cómo ha vivido la enfermedad bajo la luz de la fe por si podía ayudar a alguien y sobre todo para “generar un punto de inquietud que puedan ayudar en el camino de seguir a Dios”.

Ignacio Llorente indicó que tenía la “enorme suerte” de ser una persona de fe gracias a lo cual nunca ha tenido la sensación “de que este mundo sea un absurdo y tenga un fin”. Al contrario, según comentó, “tengo un conocimiento de que esta vida tiene un sentido más trascendental del que ninguno le damos a nuestra existencia”.

"No he estado más feliz en mi vida"

“Evidentemente aunque la muerte asusta y aunque la posibilidad de dejar esta vida genera desasosiego, yo tengo una alegría inmensa, infinita”, aseguraba.

Es más, afirmaba que “no he estado más feliz en mi vida”. Y contó que muchos días se levanta de la cama a las 5.30 de la mañana “dando botes de alegría, de la suerte que tengo”. Y exultante iba más allá incluso: “tengo una sensación de plenitud absoluta, de que merece la pena esta vida a tope”.
En su intervención, Llorente confesaba que “parte de que esté aquí hablando con vosotros es que necesito contarlo, que la vida tiene un sentido más pleno, radical y mucho más feliz”. “He tenido la suerte de tropezarme con Dios y he tenido la suerte de que Dios ha sido conmigo misericordioso”.

El ejemplo de los santos

Pero además de hablar de la acción de Dios en su vida, el otro objetivo de Llorente a la hora de reunir a tanta gente en el Instituto de Estudios Bursátiles era hacerles recordar que existe la vida eterna.

"Merece la pena es pensarlo”, afirmaba y recordaba que no vale de nada dejarse llevar por los problemas de la vida y obviarlos, pues no por ello desaparecerán.

Por ello, explicaba que “lo que puede parecer un poco tonto es reducir las posibilidades de ser plenamente felices. Y mi experiencia es que de verdad la gente que ha sido plenamente feliz han sido los santos. Uno ve esas vidas, cómo han funcionado, cómo han respondido, la alegría de sus rostros. Tú, ¿por qué lo cambiarías?”.

"Ser un instrumento del Señor"

Algo parecido a lo realizado en el IEB lo hizo con su propia familia en julio. Reunió a sus numerosos hermanos, sobrinos y primos  y les habló de la muerte y de cómo afrontarla. Aquel testimonio también fue grabado en vídeo y se ha ido difundiendo a nivel privado entre amigos y conocidos. Desde su entorno afirman a ReL que sus palabras han tocado a mucha gente, muchas personas alejadas de Dios que se han empezado a replantear su vida.

Y así se ha cumplido uno de los grandes deseos de Ignacio, ser “instrumento del Señor” pues él decía que “hay que entregarse para que el Señor te utilice”.

Autor: Javier Lozano

Saturday, November 25, 2017

1 Corintios 15,20-26.28: Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección

1 Corintios 15,20-26.28

Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Si por un hombre vino la muerte, por un hombre ha venido la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida. Pero cada uno en su puesto: primero Cristo, como primicia; después, cuando él vuelva, todos los que son de Cristo; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino, una vez aniquilado todo principado, poder y fuerza. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte. Y, cuando todo esté sometido, entonces también el Hijo se someterá a Dios, al que se lo había sometido todo. Y así Dios lo será todo para todos.

Tuesday, February 21, 2017

EL VELORIO, por el P. César L. Caro


Acabo de llegar a casa. Estoy reventao, pero a veces te cae de propina para acabar la jornada asistir a un duelo. Y no hay esperanza de que la cosa dure cinco minutos, ¿eh? Nooooo. Acá lo de la muerte es una cosa solemne.

Y es que cuando alguien fallece se celebran en su casa diez noches de novena... ¡diez! Toma ya. No vaya a quedar un resquicio de duda de que el muertito vaya al cielo gracias a las oraciones del personal, ¿eh? A los agentes de pastoral los llaman, y van con su manual de "La muerte cristiana", pero de vez en cuando alguien se empeña también en que vaya el padrecito, ayayay.

Llegas y te encuentras con "la capilla ardiente": un montaje a base de cortinas, crucifijo, flores, recordatorios, cirios, coronas, candelabros y adornos varios que rodean el féretro (que por cierto siempre está abierto o al menos la tapa, pa que se le vea bien la cara al muertito). Van rodando por la ciudad varios de estos tinglados que se alquilan, con desiguales gradaciones entre lo hortera, lo tétrico y lo ostentoso. Pero yo descubro que a la gente le encantan.

Hay un montón de sillas de plástico, pero no colocadas en círculo, sino mirando al ataúd. Y bancas de madera en la calle, dispuestas igual, bajo un toldo instalado para la ocasión. El rezo comienza cuando se ve que la gente ha llegado y está todo lleno. Es una pequeña celebración de la Palabra donde leo el evangelio de este día y lo comento un poco. Todo el mundo muy atento, cantando, caras de circunstancias, es muy bonito.

Acá no basta con "dar la cabezá", acá hay que participar en las noches, acompañar a la familia y rezar de lo lindo. Hay un viejito que toca el acordeón y va a toditas las novenas a amenizar. Y eso sí, cuando termina el rezo, invitación que te crió: cafesito, un pan con queso, un plato de arroz con pollo, un tamal... Lo que sea hay que recibir y nos lo comemos allí mismo, sentaditos junto al cadáver, pasando de las lágrimas a las bromas como quien salta una quebrada.

Y de regalo, el recuerdito: un llavero, una estampa, un solapín... diversos tipos de "pongos" siempre con una foto del difunto, la fecha y alguna frase para el recuerdo. Por ahí anda un abrebotellas que regalaron una de estas noches, y cada vez que tomamos una cerveza vemos el rostro del finado, como si brindara "salud" desde el otro barrio. Jajaja, cómo me gusta mi Perú.

Monday, December 19, 2016

Obispos canadienses aprueban dar los sacramentos a los que quieren suicidarse

Las nuevas directrices pastorales de las diócesis canadienses del Atlántico permiten que los sacerdotes den la Comunión y la Unción de Enfermos y absuelvan de sus pecados (pasados) a los que pretenden suicidarse con auxilio médico, según la ley canadiense. La decisión será tomada por cada sacerdote, después de un «encuentro pastoral» con el interesado y su familia.

En junio de este año, se aprobó en Canadá una legislación federal que legalizaba el suicidio asistido. La nueva ley canadiense permite que los médicos y enfermeras o bien causen directamente la muerte del paciente (eutanasia) o le receten medicinas para provocar su muerte (suicidio asistido).

En ese contexto, los obispos canadienses de la región del atlántico publicaron el pasado 27 de noviembre la carta titulada «Una reflexión pastoral sobre la asistencia médica para morir». En ella, se dan los criterios pastorales apropiados, a juicio de los obispos, para que los sacerdotes traten con las personas que han decidido suicidarse aprovechando las facilidades que les confiere la nueva ley.

En la carta, se indica que la nueva legislación «plantea muchas preguntas y preocupaciones para los enfermos, sufrientes y sus familias y amigos», además de «plantearnos el reto como Iglesia y como Católicos individuales de crecer en nuestra comprensión de la enseñanza moral de la Iglesia sobre este tema». Los obispos recuerdan que la eutanasia y el suicidio asistido «no reflejan nuestra visión cristiana de la vida, el sufrimiento y la muerte», aunque en ningún momento se denuncia la ley como gravemente inmoral e injusta.

Monseñor Claude Champagne, obispo de Edmunston y Presidente de la Conferencia Episcopal del Atlántico, explicó al Catholic Register que el documento pone más énfasis en el cuidado pastoral que en la doctrina, para asegurarse de que los católicos se sientan acogidos. «Intentamos no condenar ni juzgar, sino que tratamos de acercarnos a la gente para expresar la visión católica, a la vez que acompañamos a la gente». De esa forma, quieren seguir lo expresado en Amoris Laetitia, sobre reconocer que «hay gente que todavía no ha llegado» a aceptar la visión católica. «Los acogeremos, intentaremos comprenderlos y los acompañaremos». La carta afirma que el Santo Padre «nos recuerda que quien acompaña a otros debe darse cuenta de que la situación de cada persona ante Dios y su vida de gracia son misterios que nadie puede conocer plenamente desde fuera. Por lo tanto, no debemos juzgar la responsabilidad y culpabilidad de la gente».

Los obispos señalan que, «en el cuidado pastoral de aquellos que están contemplando la posibilidad de recurrir a la asistencia médica para morir, debemos recordar que la finalidad del cuidado pastoral es comunicar la compasión de Cristo, su amor que sana y su misericordia». Asimismo, indican que las personas «que estén considerando la posibilidad de acudir a la eutanasia o al suicidio asistido y que pidan el ministerio de la Iglesia deberán ser acompañadas con diálogo y apoyo compasivo y orante».

El documento de los obispos indica que aquellos que estén «considerando recurrir a la eutanasia o al suicidio asistido» podrán recibir la Comunión, la Confesión y la Unción de Enfermos además de tener un funeral católico después de suicidarse. Para concederles estos sacramentos, los sacerdotes deberán tener en cuenta su «contexto emocional, familiar y de fe». Es el «encuentro pastoral» el que «arrojará luz sobre situaciones pastorales complejas e indicará la acción más apropiada a tomar, incluida la decisión de si la celebración de los sacramentos es adecuada». La decisión de si se va a celebrar un funeral católico deberá tomarse en «diálogo con las personas involucradas de forma compasiva, sensible y abierta», aunque parecen indicar que siempre deberá celebrarse ese funeral, porque «como personas de fe y ministros de la gracia de Dios, estamos llamados a confiar a todos, sin importar sus decisiones, a la misericordia de Dios».

Con estas directrices pastorales, los obispos del Atlántico se separan por completo de lo que determinaron en septiembre los obispos canadienses de Alberta y los Territorios del Noroeste. Los obispos de esta otra región publicaron un Vademécum en el que se indicaba que las personas que rechazaran de forma «obstinada» la doctrina de la Iglesia sobre el suicidio asistido no podían recibir la Unción de Enfermos. Sí que admitían, en cambio, la posibilidad de un funeral católico en algunas situaciones. Monseñor Champagne resaltó que la postura de los obispos de Alberta y el Noroeste no expresa la visión de todos los obispos católicos del Canadá.

Saturday, December 10, 2016

El obispo de Chur (Suiza) advierte que no se pueden dar los últimos sacramentos en caso de eutanasia

El obispo de Chur (Suiza), Mons. Vitus Huonder, ha ordenado a sus sacerdotes que denieguen los últimos sacramentos a quienes eligen morir mediante eutanasia, explicando que «en dicha circunstancia, no se dan los requisitos previos para la recepción de los sacramentos»

El prelado ha escrito una carta en la que recuerda que la eutanasia, como el asesinato, son contrarios a la ley divina y que debe quedar en la «omnipotencia de Dios el cuándo muero, cómo muero y dónde muero».

Mons. Hounder indica que no puede haber duda alguna de que no se pueden dar sacramento alguno a quien elige morir de esa manera, aunque anima a los sacerdotes a rezar por las personas en esas circunstancias, especialmente si han perdido ya la consciencia, así como a intentar disaduirlas hasta donde les sea posible,

El obispo pide a sus sacerdotes que expliquen a los fieles y pacientes en esa situación la incompatibilidad de la eutanasia con la salvación eterna y les exhorten a ser obedientes a la voluntad de Dios.

Monday, October 10, 2016

El arzobispo de Quebec rechaza negar funerales a los que optan por la eutanasia, por Cameron Doody

"La Iglesia católica acompaña a la gente en cada etapa de su vida, y esto lo hacemos en diálogo con cada persona y cada familia que desee que se le acompañe". Con estas palabras el cardenal arzobispo de Quebec, Gerald Lacroix, rechazó la semana pasada las nuevas pautas adoptadas por los obispos de Alberta y los Territorios del Noroeste de Canadá que deniegan un funeral católico a los que escojan acabar con sus vidas por medio del suicidio asistido o de la eutanasia.

"No enumero directivas específicas que tienen como fin denegar este apoyo o aceso a la unción de los enfermos y la celebración de funerales", aseveró Lacroix en una nota de prensa publicada el jueves pasado. Cada uno goza de una "dignidad incondicional a ojos de Dios", recordó el cardenal, aunque sí aprovechó para recordar que es por eso que "siempre optaremos por que los cuidados paliativos siempre estén accesibles para todos en vez de la eutanasia".

Los obispos de Alberta y los Territorios del Noreste habían adoptado, a mediados de septiembre, una nueva serie de normas pastorales que parten de la base de que la eutanasia es una "violación grave de la ley de Dios". Argumentaron no solo que el juicio del que desea terminar su vida puede estar alterado debido a los efectos "de la depresión, de medicamentos o de presión ejercida por otros", sino también que sería "verdaderamente escandaloso" si un funeral se convirtiera en una celebración de la decisión de uno de quitarse la vida por medios artificiales.

Lacroix se suma, en su rechazo de tales pautas, al repudio expresado también por el arzobispo de Montreal, Christian Lepine, quien ha indicado también que no tiene la intención de pedir a los sacerdotes de su diócesis que las pongan en práctica.

Las opiniones de los obispos en ambos lados del debate sobre la eutanasia vienen después de que el Parlamento nacional aprobara una ley en junio que legalizó el suicido asistido en determinadas circunstancias: una situación que los obispos canadienses están de acuerdo en que presenta "nuevos retos pastorales" para la Iglesia del país.

Saturday, August 27, 2016

Una buena muerte, por Ron Rolheiser

San José acompañado en su muerte por Jesús y María.

En la cultura católica romana dentro de la que crecí, se nos instruía para orar por una buena muerte. Para muchos católicos de aquel tiempo, esta fue una petición estándar dentro de su oración diaria: “Pido una buena muerte”.

Pero ¿Cómo puede alguien tener una buena muerte? ¿No es en sí mismo el proceso de muerte una verdadera locura? ¿Qué decir acerca del dolor implicado en el morir, en el dejar marchar la vida, en el decir nuestros últimos adiós? ¿Puede alguien tener una buena muerte?

Pero la manera de ver esta realidad era, por supuesto, religiosa. Una buena muerte significaba que uno moría en buenas circunstancias morales y religiosas. Significaba que no mueres en una situación moralmente comprometida, que no mueres fuera de la Iglesia, que no mueres con amargura e ira contra tu familia, y finalmente, que no mueres a causa del suicidio, las drogas, el alcohol, o implicado en alguna actividad criminal.

La imagen catequética de una buena muerte, muy a menudo, era una historia anecdótica de alguna persona que creció en una buena familia cristiana, honesta, llena de fe, comprometida con la Iglesia, pero que en algún momento de su vida se había apartado del camino de Dios, de la observancia de los mandamientos, de manera que, en este momento, no pensando demasiado en Dios, ni participando en la Iglesia, hacía una sincera confesión, comulgaba y poco después fallecía a causa de una ataque al corazón o por un accidente. Pero la Gracia hacía su trabajo: después de años de deriva moral y religiosa, había vuelto al redil y moría con una buena muerte.

En efecto, todos nosotros conocemos historias que encajan con esta descripción; pero tristemente, también conocemos historias donde este no es el caso, donde ocurre lo opuesto, donde buena gente muere en el infortunio, tristeza y situaciones trágicas. Todos hemos perdido seres queridos por suicidio, alcoholismo, y otras maneras de morir que distan mucho del ideal. También conocemos personas, buena gente, que han muerto de situaciones moralmente comprometidas o quienes mueren en la amargura, sin dejar sus corazones ablandados por el perdón. ¿Tuvieron todos ellos una mala muerte?

Admitamos que murieron de manera desafortunada, pero si fue una buena o mala muerte no se juzga por el donde la muerte nos agarra, si era un momento bueno o malo. Hay personas que encajan en la imagen de una buena muerte, tal y como las describíamos previamente, donde la muerte les agarra en un momento bueno, hay otros cuya vida ha estado marcada por la honestidad, la bondad, y el amor, pero que tuvieron el infortunio de ser agarrados por la muerte en un momento de ira, debilidad, depresión, o quienes muriendo a causa de una adicción o por el suicidio. La muerte los agarró en un mal momento. ¿Tuvieron una mala muerte? ¿Quién puede juzgarlo?

¿Qué es una buena muerte? Me gusta la descripción de Ruth Burrows: Burrows, una monja carmelita, comparte la historia de una novicia con quien vivió. Esta hermana, nos dice Burrows, tenía un buen corazón, pero era una mujer débil. Había entrado en un convento contemplativo para orar, pero nunca pudo juntar la disciplina necesaria para dicha tarea. Y así vivió durante años en este estado: buen corazón pero mediocre. Al final de su vida se le diagnosticó une enfermedad terminal que la asustó lo necesario de manera que comenzó a hacer nuevos esfuerzos para convertirse en lo que supuestamente tendría que haber sido toda su vida, una mujer de oración. Pero después de medio siglo de malos hábitos, éstos no se cambian con facilidad. A pesar de los nuevos propósitos, la mujer nunca tuvo éxito en cambiar radicalmente su vida. Murió en la debilidad. Pero Burrows afirma, que murió de una buena muerte. Murió como una persona débil y pidiendo el perdón de Dios por una vida de debilidad.

Morir de una buena muerte, es morir con honestidad, sin considerar si las particulares circunstancias de nuestra muerte parecen propias de una buena religiosidad o no. Morir en las circunstancias correctas es, por supuesto, una maravillosa consolación para nuestras familias y seres queridos, lo mismo que morir en circunstancias tristes pueden romper su corazón.  Pero incluso muriendo en circunstancia que no parecen buenas, humanamente o religiosamente, esto no define necesariamente si fue una mala muerte. Morimos en una buena muerte cuando morimos en honestidad, sin consideración de la circunstancia o la debilidad concreta.

Y esta verdad ofrece una nueva oportunidad: las circunstancias de la muerte de alguien, cuando esas circunstancias, sean tristes o trágicas, no debería ser el prisma a través del cual vemos toda la vida de dicha persona. Lo que esto significa es que si alguien muere en una situación moralmente comprometida, en un momento o en una época de debilidad, lejos de su iglesia, en amargura, por suicidio, o por una adicción, la bondad y esencia de dicha vida no deberían juzgarse por las circunstancias de su muerte. La muerte agarra a esa persona en un mal momento, lo cual puede hacer que el funeral sea más reservado, pero no sirve para un juicio verdadero sobre la bondad de su corazón.

Friday, April 29, 2016

Las exequias y los mariachis, por el P. Guillermo Juan Morado

Hoy ha sido noticia – se ve que, según convenga, cualquier cosa puede ser noticia – que un sacerdote, en la celebración de las exequias cristianas de un difunto, mostró su desacuerdo con que, en el cementerio parroquial – subrayo, parroquial - se entonase, casi como “último adiós” al finado, un célebre “mariachi”, una canción que dice, entre otras cosas: “Con dinero y sin dinero/ hago siempre lo que quiero/ y mi palabra es la ley/ no tengo trono ni reina/ ni nadie que me comprenda/  pero sigo siendo el rey”.

Las exequias cristianas son una celebración litúrgica de la Iglesia. El Ritual de Exequias contempla tres lugares importantes en esa celebración: la casa, la iglesia y el cementerio. Pero una coherencia esencial vincula lo que se dice, lo que se reza y lo que se canta en estos tres lugares: “Los diferentes ritos de las exequias expresan el carácter pascual de la muerte cristiana”, nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica.

La muerte cristiana no es la proclamación de la realeza de nadie en concreto, sino solo de la realeza de Cristo, que por su Pascua, por su paso, a través de la muerte en la Cruz, de este mundo al Padre, nos ha abierto la posibilidad de la vida eterna.

No todo lo que es bueno, o aceptable, es apto para una celebración sagrada – dedicada a Dios y a la relación del hombre con Dios - . No es malo compartir con los amigos unas raciones de jamón serrano con un buen vino. Pero esa actividad, que no es mala en sí misma, sería como mínimo inapropiada – por no decir sacrílega, que lo sería – si la mesa del festín fuese el altar.

La liturgia exequial – en la casa, en la iglesia y en el cementerio parroquial – nos sitúa ante Dios, ante la intercesión ante Dios por el destino final del que se ha muerto. Banalizar esto; hacer intrascendente el momento más decisivo de la propia vida es, creo, una mala opción.

Ante la muerte de alguien - de un ser querido, con mayor motivo - lo de menos son los mariachis. Lo de más es la oración y la intercesión - que es una forma de oración -.

Si alguien se enfada porque en una liturgia exequial no quepan los mariachis es que algo, y muy grave, falla. Falla el sentido de lo sacro. Falla la labor evangelizadora de la Iglesia. Falla el hacer pensar que es aceptable pasar, automáticamente, de lo sentimental a lo serio, de lo subjetivo a lo objetivo, del capricho a la voluntad de Dios, que está por encima de nuestros caprichos.

Ningún creyente puede decir que “su palabra es la ley”. Muchas cosas nos preceden: La ley de Dios, las normas morales, el Evangelio… No somos la medida de todas las cosas; más bien, hemos de dejarnos medir por aquello que nos supera y nos trasciende.

Esta anécdota de los mariachis es eso, una anécdota, algo curioso y extraño. Pero revela algo más: Una deriva extraña del Catolicismo hacia los gustos de los consumidores. Ya sueña extraño que, en nombre del Catolicismo, se pretenda frenar el puro gusto de los consumidores. Muy mala señal. Cuando ese freno sería lo normal.

Si el difunto era tan partidario de las formas musicales de México, lo más adecuado, sería, creo yo, tras la celebración litúrgica, y no en medio de ella, finalizar con un canto a Nuestra Señora de Guadalupe.

Todo esto lo digo desde el absoluto respeto a los familiares, al sacerdote, y con la conciencia de que – como ministros de la Iglesia – hemos cedido a veces tanto que no es tan raro que se confunda la liturgia exequial con los mariachis.

Monday, February 1, 2016

1 Tesalonicenses 4,13-18: La Venida del Señor y la resurrección final

1 Tesalonicenses 4,13-18
La Venida del Señor y la resurrección final

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él. Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señor: los que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos.

Friday, December 4, 2015

La muerte, contada para niños, por M. Ostiz

Recurrir a eufemismos a la hora de anunciar la muerte de un ser querido a un niño es un mecanismo al que muchos padres recurren con la intención de minimizar el impacto que esta pérdida pueda tener en los pequeños sin saber que, a la larga, es mayor el daño que el beneficio que produce en ellos.

Así lo asegura el psicólogo experto en duelos Manuel Nevado. "Los niños tienen una tremenda fantasía y si un niño no percibe la realidad tal cual es, va a tender a fantasear y las fantasías suelen ser mucho peor que la realidad", afirma.

Al dolor ante la muerte de un ser querido, a muchas personas se les une también el "trago" de tener que explicar a un niño pequeño que su abuelo -cuando no su madre o su padre- ha muerto, y el temor a ver sufrir a una criatura hace cometer errores y recurrir a eufemismos como decir que la persona fallecida está de viaje o que ha subido al cielo. Los psicólogos infantiles coinciden en que esto es un error.

Hay que usar la palabra muerte y trasladar a los niños que es algo irreversible, así como explicarles que ellos no han tenido nada que ver en lo ocurrido y hacerles sentir seguros, sobretodo cuando pierden a uno de sus progenitores, puesto que uno de los principales sentimientos que tendrán será el de abandono.

Nevado, vicepresidente de Psicólogos sin Fronteras y psicólogo en Ahora Centros, señala que hay dos franjas de edades a tener en cuenta a la hora de hablar de la muerte; entre los 3 y los 5 años y entre los 6 y los 10.

En la primera, la forma ideal de comunicarlo es hablarles de manera suave, en un momento de gran tranquilidad, y ayudarles a poner nombre a sus emociones, incluso que te señalen las partes del cuerpo que le duelen. Dejarles expresarse y hacerles ver que es normal sentirse mal en ese momento.

A partir de los 6 años los niños entienden lo que es la muerte, pero no llegan a saber lo que les puede suponer para el resto de su vida, por eso, si la muerte se debe a una enfermedad hay que remitirles a cómo ha ido empeorando el estado de la persona que ha fallecido, recordarles que ha estado en el hospital, etc.

En el caso de las muertes traumáticas, como los accidentes de tráfico, es más complicado, pero Nevado insiste en que no es conveniente dosificar la información, sino decírselo desde el primer momento.

Para el psicólogo infantil experto en duelos y director de 'apertuspsicólogos', José González, los eufemismos y maquillajes hacen que para el niño sea mucho más difícil entender la muerte.

"Independientemente de sus creencias religiosas, el niño lo que tiene que entender es que el cuerpo deja de funcionar y que es irreversible y universal", subraya.

Nevado recomienda acudir a ejemplos que los niños hayan experimentado con anterioridad, como la muerte de una mascota, o ejemplos que hayan visto en películas o cuentos y dejarles claro que la persona fallecida "seguirá estando en nuestro corazón, pero que no vamos a poder verle más porque ya no va a estar aquí".

Ambos psicólogos recomiendan también que los pequeños participen en los rituales de despedida, que acudan al tanatorio, al entierro, al funeral... situaciones que les servirán "de anclaje a la realidad" y le ayudarán a entender mejor la muerte.

González señala que incluso se les debe dar la opción de visitar a la persona enferma en el hospital anticipándoles -como cuando se les lleve al tanatorio- qué es lo que se van a encontrar, pero dejándoles a ellos la opción de elegir si quieren ver al ser querido enfermo, de manera que cuando esta persona fallezca, les será más fácil comprenderlo.

"Esa experiencia nos va a servir para que cuando el niño pregunte por la persona fallecida podamos remitirle al día que estuvo en el hospital, el tanatorio, en la iglesia, etc" y explicarle que todo eso se hizo porque la persona por la que pregunta murió.

Una vez notificada la muerte, González advierte de que la reacción de los pequeños puede ser de negación, enfado hacia la persona fallecida porque se sienten abandonados e incluso de culpa, así como experimentar conductas regresivas como volver a chuparse el dedo o hacerse pis en la cama.

Nevado, por su parte, comenta que la ira, enfado o agresividad hacia la persona que le comunica la muerte del ser querido es también una conducta frecuente entre los niños.

Todas estas reacciones son frecuentes en los primeros momentos, pero si se alargan en el tiempo es conveniente acudir a especialistas, coinciden.

Fuente: larazon.es

«Mamá, papá, ¿qué es la muerte?» Cómo explicarle a un niño la muerte de un ser querido

Son muchos los padres y madres que en ocasiones tienen que enfrentarse a una situación delicada: contarle a sus hijos el fallecimiento de un ser querido. ¿Cuándo y cómo se lo digo?, ¿cómo reaccionará? ¿debo implicarle en los actos de despedida?

El hecho es que, casi inevitablemente, los adultos tenemos la tendencia de proteger a nuestros hijos del dolor. Sin embargo, en la actualidad sabemos que hablar de la muerte y el dolor con ellos no solo no les perjudica, sino que les ayuda a realizar correctamente el duelo. Así, pese a que nuestro impulso inicial sea proteger a los niños apartándolos de lo que ha ocurrido, la muerte del ser querido se ha de comunicar lo antes posible». Pero, ¿y qué le decimos?

Estos son los consejos y recursos necesarios para afrontar la muerte de un ser querido de un niño:

¿Cómo transmitir la noticia? Hay que decirle la verdad, graduada y adaptada a su capacidad de entender, sin utilizar eufemismos que pueden confundirle, perdiendo el miedo a utilizar la palabra muerte.

«Intentaremos, según la edad, ponerle ejemplos cercanos de fallecimientos que ya han ocurrido (el abuelito de su amiga, el perro del vecino, etcétera) para que el niño pueda asociar conceptos y entender la irreversibilidad de la muerte».

Es importante que además hablemos del niño de lo que significa estar muerto. Asimismo intentaremos darle experanza explicándole que el vínculo con esa persona sigue vivo.

Además, «intentaremos proporcionarles un entorno de seguridad y tranquilidad, sin dar toda la información de golpe. Tanto la excesiva información por ejemplo, de detalles morbosos, como el defecto de la misma, por ejemplo, decirle que "papá se ha ido de viaje", no son recomendables».

Pero, ¿cómo se sabe la justa medida? «Para eso el niño necesita que estemos muy atentos a sus preguntas tanto en el momento como tiempo después. Obesrvar al niño es el mejor "termómetro" para saber que necesita en cada momento y poder adaptarnos a sus necesidades».

También debemos tener en cuenta que cuando alguien muere, la intensidad del duelo es directamente proporcional a la intensidad del vínculo que se tiene con esa persona. Por eso hay que tener en cuenta estas diferencias:

1. Pérdida de los abuelos

En la muerte, no es tan importante el grado de parentesco como el grado de vinculación afectiva del menor con la persona fallecida. En este sentido, la pérdida de un abuelo con el que no se tiene mucho contacto puede llevarse más fácilmente que en casos donde el niño tiene una relación más cercana o incluso ha compartido domicilio con él. No obstante, la pérdida de personas mayores es transmitida por los adultos como algo más natural ("ley de vida"), por lo que este tipo de pérdidas no suelen habitualmente constituir duelos complicados en niños.

2. Pérdida de un progenitor

Sin duda la muerte del padre o de la madre constituye para el menor una experiencia que afectará a su forma de estructurar la visión de sí mismo y del mundo. De este modo, el padre/madre superviviente actúa como modelo transmitiendo cómo afrontar la muerte.

No es recomendable, en ningún caso, que el niño sienta que además de su propio duelo tiene que hacerse cargo del duelo de su progenitor. Es decir, un niño no debe ser el punto de apoyo en el que el adulto deposite su sufrimiento.

3. Pérdida de un hermano

Es fundamental que el niño no sienta la expectativa sobre él de sustituir en cierto modo al fallecido. Tampoco es adecuado transmitir, ni siquiera de manera indirecta, comparaciones en ningún sentido entre ellos. En este caso los padres deben estar atentos de no sobreproteger al hijo vivo ya que, sin pretenderlo, estaremos generando efectos indeseados en el bienestar emocional del menor.

Suele ser frecuente que el niño tenga un sentimiento de inmensa culpa por haber deseado la muerte o la desaparición de su hermano de manera inocente (deseo que en su fantasía se ha visto cumplido pero del que se arrepiente profundamente). En este sentido, el niño va a necesitar de nuestra aceptación y comprensión incondicional para poder superar este sentimiento.

Fuente: abc.es

Saturday, October 17, 2015

Lectura del libro de Job 19:1,23-27

Lectura del libro de Job 19:1,23-27

En aquello días, Job tomo la palabra y dijo: “Ojalá que mis palabras se escribieran; ojalá que se grabaran en láminas de bronce o con punzón de hierro se esculpieran en la roca para siempre. Yo sé bien que mi defensor está vivo y que al final se levantara a favor del humillado; de nuevo me revestiré de mi piel y con mi carne veré a mi Dios; yo mismo lo veré y no otro mis propios ojos lo contemplaran. Ésta es la firme esperanza que tengo.

Saturday, September 12, 2015

Salmo 114,1-2.3-4.5-6.8-9: "Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida"

Salmo 114, 1-2. 3-4. 5-6. 8-9:
R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

Amo al Señor, porque escucha mi voz suplicante,
porque inclina su oído hacia mí
el día que lo invoco.
R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

Me envolvían redes de muerte,
me alcanzaron los lazos del abismo,
caí en tristeza y angustia.
Invoqué el nombre del Señor:
«Señor, salva mi vida.»
R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

El Señor es benigno y justo,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor guarda a los sencillos:
estando yo sin fuerzas, me salvó.
R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

Arrancó mi alma de la muerte,
mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.
Caminaré en presencia del Señor
en el país de la vida.
R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida

Salmo del Domingo de la 24 Semana del Tiempo Ordinario, Año B